Corría el 2007 y ellos arriba de sus Siambrettas. Los primeros cinco empezaron a charlar en un grupo de Yahoo y se encontraron en Olivos. El punto de encuentro se movió a San Martín y entre mates y motos se fue armando una pequeña -aunque ruidosa- comunidad de fanáticos. Actualmente son 50 miembros de Capital Federal y Gran Buenos Aires: el más joven tiene 21 años; el más grande, más de 80. El primer sábado de cada mes se reúnen en el Parque Yrigoyen de San Martín y el tercer viernes en su Club de Ciudadela. En medio de la semana, los sacamos de oficinas, casas y talleres para meterlos en un bar: el de los Hermanos Cao.
Faltan pocos días para el 28 de junio. Para algunos, fin de mes. Para ellos, un patrono: San Cristóbal, protector de los viajeros. Para nosotros: la conmemoración del barrio porteño en el que desde 1915 habita el Bar de Cao. Nos pareció que todas eran buenas excusas y los invitamos. Verlos bajar por Avenida Independencia fue un espectáculo digno de road movie: en formación desordenada pero pintoresca, una Siambretta 48, una de lujo 125, una estándar 125, una TV 175 y una AV 175. Los pilotos: Arturo Travazzo, Fernando Pelassini, Flavio Schiavon, Gustavo Duarte, Leonardo Converti y Mariano Alba.
Pensamos que empezaban con un café, pero fueron directo a la cerveza y la sidra. Es que, al arribar a destino, siempre se celebra: “Nunca sabés si llegás a donde vas, pero eso también es parte de la pasión”, cuenta Gustavo, que compró su primera Siambretta a los 18 años y desde entonces, además de usarla, la atiende. Porque ser dueño de una de estas motonetas, como las llaman ellos, es también ser su mecánico: entenderlas por dentro, arremangarse y ensuciarse las manos si es necesario. “Si el viaje en caravana es muy largo, llevamos un tráiler del club por si hay que llevar alguna moto que se descompone y no se puede arreglar”, explica Fernando, que recuerda que cuando su hijo tenía 12 años lo llevaba a la escuela en una de sus Siambrettas, pero tenía que dejarlo en la esquina porque le daba vergüenza: “Ahora tiene 19 y está enloquecido con las motos”.
Mientras hacemos las fotos en la ochava del Bar de Cao, la gente se acerca, pregunta, registra cada modelo con su celular y cuenta anécdotas personales con las Siambrettas. Ellos están acostumbrados, porque a donde sea que vayan, causan sensación. Su generosidad es proporcional al amor que sienten por sus motos: comparten todo lo que saben e invitan a los curiosos a formar parte de su mundo. Y a diferencia de los herreros, empiezan por casa: “Tengo nueve Siambrettas. Le armé a mi hija, pero todavía no la estrenó. No es fácil. Hay que arrancarla con patada, pero muchas veces no funciona y tenés que seguir dándole. Te agotás”, cuenta Leonardo mientras muestra fotos de la Siambretta rosa y blanca que espera el encendido. Mariano levanta la mano: él también tiene una historia con su hija. Para entrar a su fiesta de casamiento, le pidió prestada su Siambretta y llegó levantando humo y haciendo ruido de latitas junto a su flamante esposo.
Si bien casi todos los miembros tienen más de una Siambretta, Favio podría aplicar para el Libro Guinness: tiene 13. Su fanatismo por los motores de dos tiempos nació cuando era chico, y de adulto lo llevó hasta la fábrica original de las Lambrettas, cerca de Milán. “Me costó dos años comprar una. Vendía todo y siempre me quedaba corto. Cuando lo logré, creí que había llegado a todo lo necesario, pero estaba en tan mal estado que si no aprendía a ser mecánico, no la iba a poder usar”. Si bien su hermano reclama participación, él eligió como herederos a sus sobrinos: “Cuando yo no esté, quiero que ellos se queden con todas mis Siambrettas”.
A diferencia de los coleccionistas, que cuidan del objeto como una pieza única o en vías de extinción, los miembros del Club Siambretta hacen del arranque, el uso y la exhibición un ejercicio diario: las motos no se esconden en garajes ni se protegen con cobertores. Se ponen en marcha y se viven como si no tuvieran edad. “Se dice que la moto vieja busca al dueño”, dice Favio, pero Gustavo lo corrige: “Nosotros las buscamos a ellas”. Al verlos pedalear sobre Avenida Independencia, nos pareció que los dos tenían razón.
www.instagram.com/clubsiambrettabsas
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