Criada en una familia de sastres (su padre y abuelo fundaron Casa Iotti), inició su recorrido artístico con el ballet. Dejó la escuela secundaria. Estudió dibujo con Hermenegildo Sábat. Descubrió el tango. Se mudó a París. Integró la compañía “Tango Argentino”, de Claudio Segovia. Y, como si fuera poco, a sus 45 años descubrió el mundo de la cerámica. Desde su marca, Imperfecto Iotti, diseñó vajilla para Narda Lepes y Roberto Petersen. Sus piezas son únicas y se insertan en un universo de tonos limitados, geometrías imperfectas y formatos grandes. Con ustedes, Carolina Iotti.
¿Cómo fue tu paso por el ballet, un mundo tan estricto para una ceramista?
Siempre fui un poco vaga para el ballet: fue entre los 9 y los 13 años. Por lo único que esperé hasta esa edad fue por las zapatillas de punta. Al poco tiempo preferí bailar descalza y conocí las clases de danza contemporánea: mi gran maestro fue GIANCARLO BELLINI. A la par ya tomaba clases con HERMENEGILDO SÁBAT, porque había abandonado el secundario y me vi obligada, por recomendación de mi padre, a ocupar mi tiempo libre en algo que me gustara. Tendría 16 años.
¿Qué lecciones te dejó el oficio del sastre, parte de tu tradición familiar?
La belleza de la construcción de un traje hecho completamente a mano: esa puntada meticulosa, ese amor, esa obsesión por la perfección ha sido una de las experiencias más hermosas de mi niñez, si no la más importante. Los talleres de los sastres han sido mi mejor escuela, un espacio de inspiración y admiración por la disciplina, la tenacidad y el amor.
¿Cuál fue tu búsqueda inicial?
Fue siempre prueba y error. Durante los primeros años intenté hacer lo que mejor me salía, que estaba directamente relacionado con las clases de dibujo: los bocetos en carbonilla y lápiz negro. Entonces, los primeros años solamente hice casi todas piezas utilitarias, solamente con pigmento negro sobre el bizcocho cerámico. De alguna manera utilicé la cerámica como antes usaba el papel y me dediqué a dibujar sobre ella y así aparecieron las distintas colecciones: “Suculentas”, “Manolo” (inspirada en unos zapatos de MANOLO BLAHNIK), “Sin Fin”, “Dito” (hecha con la huella de mi dedo índice) y “Rosquillas”, entre otras. Después de muchos años aparecieron el color, los tótems y la construcción de objetos.
¿Recordás tu primera pieza?
Sí, claro: ¡tengo esa pieza! Fue el comienzo de todo, o mejor dicho, la continuidad de lo que nunca dejé de hacer. La hice copiando un diseño japonés de papelería de un libro sobre packaging oriental. Ese fue el puntapié para que luego aparecieran mis propias creaciones.
¿Cómo vinculás la morfología de tus piezas con el tango? ¿seguís bailando?
Tal vez la parte más interesante que me conecta y vincula con el tango, es lo que hago actualmente: la improvisación. No bailo más.
Imágenes cortesía de Carolina Iotti
www.imperfectoiotti.com
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